La niña del pelo raro

8 06 2007

Tengo “La Broma Infinita” aparcada desde hace años. Empiezo a leer y me maravillo con la capacidad de David Foster Wallace de jugar con el lenguaje y removerlo de forma original, pero en alguna parte alrededor de la página cien el libro, sin darme cuenta, lo dejo a un lado y sigo leyendo otra cosa. Me ha ocurrido dos veces. Es el problema de un libro de más del mil páginas (de las cuales las cien últimas –aproximadamente, no me apetece levantarme a la biblioteca para comprobarlo- son anotaciones a pie de página) con la letra muy pequeña y que se relame en las más mínimas explicaciones de los entresijos de las escuelas de tenis. Lo tengo reservado para algún viaje largo, pero creo que necesitaré un retiro espiritual en un convento o similar, momento en el que aprovecharé a intentar hincarle el diente a “Submundo” de Don DeLillo. Descubrí ambos autores, y algún otro, gracias a un artículo sobre la nueva novela americana en un Qué Leer hace muchos años, y el señor Wallace me maravilló desde el principio con ese ingenio sin control que desarrolla en “Entrevistas breves con hombres repulsivos”. Así que ante la imposibilidad de terminar su gran novela, me conformo con buscar y leer otros libros del autor. El último ha sido “La Niña del Pelo Raro”, una colección de relatos que se publicó por un ya lejano 1989.

La colección es bastante irregular y está marcada por el último de los cuentos que la compone, “Hacia el Oeste, el avance del enemigo continua”, con una extensión de cien páginas (una novela y pico de Nothomb) y un juego de metanarrativa interesante pero que acaba cansando. Cuenta con momentos tremendamente brillantes y otros farragosos y absolutamente aburridos, pero es que en el caso de Wallace uno siempre se pregunta si el sopor que provocan algunos de sus pasajes no serán absolutamente premeditados. En casi todas las ocasiones acabo pensando que sí. De todos modos, existen ciertos párrafos geniales que jalonan irónicamente esta historia que no va a ninguna parte, que sabe que no va a ninguna parte, que se limita a explorar y mostrar los mecanismos de la literatura moderna siendo consciente de que ella misma es literatura posmoderna y está llena de florituras cara a la galería. Un ejemplo:

Una interrupción verdaderamente descarada y maleducada

Tal como se ha dicho antes –y si esto fuera un relato metanarrativo, que NO lo es, es muy probable que se mencionara el número de líneas de letra impresa entre esta referencia y el referente prenominado, lo cual sería un verdadero coñazo, además de una chulería, dado que significaría asumir que la narración simple, directa y sin adornos de un día lento, caluroso, frustrante y espeso en la vida de tres chavales que no han dormido y que ni siquiera son especialmente cordiales, puede acabar publicándose, lo cual en estos días sería bastante buena suerte, pero sí que se mencionaría ese número en caso de ser este un relato metanarrativo, no hace falta ni decirlo, es una convención posmoderna obligatoria encaminada a llamar la atención y las emociones del pobrecito lector acerca del hecho de que la narración que ha adquirido y ha pagado y que ahora está empleando su tiempo en inspeccionar no es una simple ventana que da a un mundo distinto y ciertamente entretenido, sino que en realidad es un artefacto, un objeto, una simple cosa de este viejo mundo de aquí compuesto de una emulsión de pulpa de madera y de una serie de hileras horizontales de tinta (…)

Y así durante dos páginas hasta llegar al cierre del guión sin terminar la frase. Uno tiene la sensación de que a estas alturas de su vida David Foster Wallace estaba haciendo probaturas. El resto de los relatos del libro sigue una tónica parecida, con algunos realmente brillantes. Personalmente me quedo con el primero de ellos, “Animalitos inexpresivos”, una historia sobre una concursante del Jeopardy que obvia mucho de los excesos habituales y está hilada hábilmente. También destacaría el relato que da título al libro, “La niña del pelo raro” con un extraño y abrupto final, y “John Billy”, un festival de excesos e hipérboles que se pierde totalmente en la última parte.


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11 responses

8 06 2007
Blackstar

Como tú, he comenzado dos veces «la broma infinita», que compré siguiendo un impulso bastante idiota hace un par de años en Barcelona. Reconozco que no he logrado pasar de las 20 primeras páginas, y sin embargo, me resisto a no intentar, una tercera vez, atacarlo y hacerlo mío.

En estos momentos estoy con Kafka en la orilla. Es curioso porque lo leído hasta ahora me parece como escrito por un adulto que quisiera parecer un niño. Y me encanta. Pero estoy esperando un giro, el drama, el click.

11 06 2007
Dracma

Troutman:
A David Foster Wallace tengo que darle una nueva oportunidad, pero no estoy muy convencida, así que probablemente cuando termine alguna de sus obras lo usaré en tu contra.

Blackstar:
«Kafka en la orilla» me encantó, especialmente el personaje y la historia de Nakata. También me gusta mucho otra idea que aparece en la novela, y aunque no es la primera vez que aparece en los libros de Murakami, no te la quiero adelantar, para no chafarte nada.

Nuala:

El viernes acabé de leer «una cuestión personal» ya que recomendaste a Oé indirectamente en la entrada de Blackstar «Murakami no usa Vans» y Mikel la tenía por ahí cerca y aunque me parece que el final lo estropea un poco me ha gustado bastante.

A quien pudiera interesar:

En la «pelu», el sábado, me leí «el curioso incidente del perro a medianoche», al parecer incluído en una lista de los 1001 libros que has de leer antes de morir, y aunque no me parece que se merezca estar en la lista, me gustó bastante.
El problema es que más que ser una novela literaria es un pretexto para explicar una tipo de trastorno psíquico o de la personalidad, aunque como he dicho resulta ameno e incluso ilustrativo.

11 06 2007
Troutman

El libro de 1001 libros que hay que leer tiene queda desvirtuado desde el momento en el que, al modificar la lista para incluir más autores hispanos en el edición española, meten La biblia de Barro. Credibilidad menos mil.

Casi prefiero que no leas a David Foster Wallace, que luego me lo despellejas.

En Kafka en la orilla no diría que vayas a encontrar ese giro ya que, como otros libros de Murakami, fluye más que saltar.

11 06 2007
Nuala

Casi me ahogo al tratar de leer el fragmento que has citado. A medio párrafo, al aparecer la asfixia, lo he dejado. Mal rollo si todo es así.

Dracma, recomendé a Oé muy directamente antes de eso: http://labuhardilla.wordpress.com/2006/02/21/un-amor-especial/

A mí de Oé me entusiasma su uso del lenguaje, su forma de unir sorprendentemente palabras sencillas creando imágenes sumamente nuevas y descriptivas y poéticas. Me parece muy japonés y le admiro especialmente eso. Ya me dejo de adverbios en «-mente.»

12 06 2007
Dracma

Pues a mi -ya sé que soy un poco maniática- sus comparaciones de elementos del mundo ,con diversos animales me descolocan, me desconcentran y me hacen emerger de la lectura. Es que las cosas para él son como un cangrejo hervido, un centollo sin patas, como la salamandra despellejada, como las conchas de una almeja…a veces parece Félix Rodriguez de la Fuente hablando del lince ibérico… De todos modos, a pesar de eso me agrada como escribe, tiene un estilo muy ágil y logra ahondar en la mente de Bird. Además las ideas que trata son muy interesantes. Y lo de la teoría de los universos paralelos de la amiga me fascina.

26 05 2008
Jmlopez

Pues a mí, los relatos de «La niña del pelo raro» me parecieron geniales. alguien ha notado que «John Billy» es un ejercicio de «realismo mágico contemporáneo»?

23 09 2008
Javier

La niña del pelo raro es una maravilla, como Animales inexpresivos.
Y de Entrevistas breves, magínfico En lo alto para siempre. Que es un buen epitafio. Y para entenderlo, quizá releer La persona deprimida.

10 01 2009
KeyS

Leí «La niña del pelo raro» hace poco. Mi opinión sobre David Wallace es que tiene una genialidad perturbadora y retorcida. He disfrutado de muchos de los relatos, pero en otros me pregunto si simplemente se estará riendo del lector y creo que la respuesta es afirmativa.
No he conseguido entender el final del último relato, después de darle un par de vueltas mi conclusión es que el narrador de la parte final es J.D. , ya que habla de los ejes que dan vueltas porque le gustan. Pero….¿Para quién? ¿Para quién es la Casa Encantada o el relato o…? La respuesta es «Eres amada». ¿Quién es la amada?

Si alguien tiene una hipótesis me gustaría conocerla…

11 01 2009
Troutman

No tengo el libro a mano ahora mismo, pero si puedo lo revisaré, por ver si puedo dar una opinión. Es más que probable que en su momento llagara tan cansado a ese final de relato que me diese exactamente igual el significado de esos interrogantes.

26 11 2011
caballo

sexoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo hooo si oooo si haa hu hoooooooooooooooooooooooo ho si mete saca

26 11 2011
caballo

respondanme mi numero es 948161287

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